Una Lágrima y una Piedra
Salgo del bar: el vapor del café aún me tiembla en los labios,
y siento que cada sorbo es un instante prestado,
un calor breve que se disuelve en la garganta.
Abro el paraguas, pero no sé si protege del cielo
o de la lágrima que me llueve por dentro.
Cruzo un charco: es un océano en miniatura,
un espejo que me devuelve un rostro fatigado,
mi reflejo se hunde como si buscara reposo en la profundidad
de lo que no tiene nombre.
















